De un tiempo a esta parte nos estamos familiarizando con las soluciones que nos proporciona la inteligencia artificial en nuestro día a día. La última tecnología a nuestro alcance son los chats de inteligencia artificial que, por un módico precio, nos ofrecen todo tipo de explicaciones. El más famoso de todos ellos es ChatGPT, cuya versión gratuita nos permite hacer consultas sobre cualquier cosa: desde temas de salud hasta cuestiones de derecho penal pasando por infinitas cuestiones de toda índole, como la forma de hacer una restructuración empresarial, pasos para comprar una vivienda o pruebas médicas que hemos de solicitar si notamos hormigueo en una mano.

 

  • Doctor, noto hormigueo en una mano y creo que debería hacerme una electromiografía
  • ¿No sería más sencillo que te quitases el reloj para dormir y no te pusieras la correa tan apretada durante unos días?
  • Oooops

ChatGPT está diseñado para entender y generar texto en lenguaje natural y ha sido entrenado utilizando una mezcla de datos que incluye libros, artículos, sitios web y otros textos escritos. De todo ello ha aprendido patrones del lenguaje y a entender contextos. Resulta interesante para responder preguntas, proporcionar información, generar textos, etc.

Al haber sido entrenado con una mezcla de datos y, puesto que se basa en patrones de texto y no en conocimientos actualizados o verificados, puede generar respuestas inexactas o desactualizadas. Además, los textos de entrenamiento pueden contener sesgos, lo que se verá reflejado en las respuestas que ofrece.

ChatGPT nos va a ofrecer, sin despeinarse, que para eso es una IA, respuestas rotundas, como si de un verdadero oráculo se tratase. El problema surge cuando la persona usuaria acepta esas respuestas de forma casi religiosa “¡¡me lo ha dicho ChatGPT!!” y cuestiona a las y los profesionales del ramo que sí disponen de información actualizada y contextualizada, además de tener una base formativa que les permite identificar los sesgos de las fuentes que consultan en su día a día.

Antes los consejos rotundos los daba el cuñao ¿necesitabas saber cuántos impuestos se pagaban al vender un piso? Tu cuñao lo sabía ¿querías saber qué enfermedad podías tener a partir de determinados síntomas? Tu cuñao lo sabía ¿que tenías que elegir entre dos inversiones alternativas? Tu cuñao te decía cuál era la mejor. Ahora los consejos los da ChatGPT. Lo triste es que le hacemos más caso que al cuñao y, encima, nos reímos menos.

Así que recuerda esto: es necesario verificar la información que nos proporciona la herramienta y no confiar ciegamente en sus respuestas, especialmente cuando va en ello nuestra continuidad en el trabajo, nuestro dinero, o, lo que es más importante, nuestra salud, entre otras cosas. Igualito que hacemos (o deberíamos hacer) cuando hablamos con un cuñao.

Entonces ¿qué utilidad tiene ChatGPT? Desde nuestro punto de vista, a día de hoy es una herramienta que nos puede facilitar algunas tareas, pero creemos que el conocimiento ha de estar en quien lo utiliza. Nos puede ayudar a resumir un texto que hayamos redactado nosotros o, incluso, le podemos encargar que redacte un texto desde cero, pero siempre debemos supervisar que el contenido sea correcto. Y para eso, el conocimiento lo hemos de aportar nosotros.

Así pues, si tienes alguna duda sobre cuestiones de ámbito laboral, fiscal, mercantil o contable, si quieres saber cómo emprender un negocio o la forma de restructurar tu empresa, consulta con nosotros y deja que ChatGPT se ocupe de hacer una imagen de un cuñao para un artículo en una web o de proporcionar respuestas sencillas sobre temas en los que no te juegas nada.